AIRE, AIRE…
Andrés Posada
La historia de AIRE, AIRE… (No puedo respirar…) es bastante particular y diferente a todas mis obras anteriores, en su génesis y concepción.
En primer lugar, nació de una invitación que me hizo la Orquesta Sinfónica EAFIT para un proyecto que crearon cinco orquestas de Colombia: La Orquesta EAFIT y Filarmed, de Medellín, la Orquesta Filarmónica de Cali, la Orquesta Sinfónica de Caldas y la Orquesta Filarmónica de Santander, en el cual cada orquesta proponía una obra específica de un compositor colombiano. Y segundo, fue escrita durante y para los tiempos de crisis por el COVID-19.
Parte de dicho proyecto, en tres versiones realizadas anteriormente, ha sido grabado y presentado de forma virtual. Es decir, cada uno de los músicos de las cinco orquestas graba su parte en su casa, basados en una maqueta sonora de la obra, unos pulsos de tiempo determinados y, con la posterior supervisión de los respectivos directores. Luego se recopilan dichas tomas, se unen y se editan en un estudio para su producción final. Esos son los tiempos y las dinámicas nuevas dentro de esta impuesta virtualidad… Un medio para que la música para grandes agrupaciones sobreviva.
Hilda Olaya y Cecilia Espinosa, directoras ejecutiva y musical de la Orquesta Sinfónica EAFIT, querían escoger una obra mía, corta, para este montaje, pero ninguna de mis anteriores obras orquestales se prestaba para este tipo de “juntanza” sinfónica, en tiempos del aislamiento y del cerco de esta pandemia, por no ser tan breves y tener todas ellas cambios permanentes de tempi, pulsos cambiantes y ritardandos y accelerados constantes.
Por lo tanto, decidí entonces escribir una obra especial para la ocasión, imponiéndome unos parámetros fijos previos, acordes con el proyecto: una duración específica, un tempo y pulso fijos, sin cambios de compás, todo dentro de un lenguaje fácil y simple, antivirtuosístico, y decididamente introspectivo. Una obra para nuestros tiempos para ser grabada en la virtualidad.
En su esencia, este movimiento sinfónico tiene un contenido inspirado en estas difíciles épocas que vivimos y alude, musical y temáticamente, a la falta de aire: A la situación crítica de los pacientes del COVID-19; a la contaminación, la crisis ambiental y al aire cada vez más impuro que respiramos en las grandes ciudades; a la angustia e incertidumbre que sufrimos todos durante esta pandemia, en donde, muchas veces, sentimos que nos falta el aire y el aliento; y a los dos casos de muerte violenta causada por la “autoridades”, de George Floyd, en los Estados Unidos, y de Ánderson Arboleda, en Puerto Tejada, Colombia, víctimas ambos del racismo y la intolerancia.
El aire y su ausencia: El aire que se escapa de los pulmones. El aire, cada vez más sucio. El aire y el ánimo que nos falta en momentos de angustia. El aire que nos roban violentamente.
La pieza es una acumulación de frases de distintas duraciones, unas largas unas breves, que recrean y siguen, de alguna forma libre y musical, la inhalación y la exhalación, y se acompasan. Frases que se llenan de aire y frases que se cortan y ahogan, en dinámicas en crescendo y decrescendo, de pp a f, o de f a pp.
De alguna forma, fue la intención que la inhalación y la exhalación se sintieran, cada una, por el transcurso de un compás; o sea, cada cuatro segundos, con el pulso de q = 60; esto, con sus irregularidades y arritmias, sobretodo hacia el final de la obra.
De otro lado, los silencios son fundamentales en la pieza; hay que sentirlos, respirarlos, pronunciarlos y hacerlos “sonar” y vibrar.
Esta obra es, entonces, el ritmo de la respiración y su carencia; la angustia y la incertidumbre, pero también la serenidad y el alivio. La vida y la muerte.